Se dice que el Día de Brahma dura mil años y que su Noche es
de igual duración. En la Biblia Cristiana hay un verso que dice que: "un día le es al Señor como mil años, y mil años, como un día". Esta afirmación ha sido usada generalmente para glorificar el poderío de Jehová, pero tiene una semejanza sospechosa con la más antigua doctrina sobre la duración del día y la noche de Brahma. Ello sería de mayor valor si se le interpretara como una declaración relativa a la aparición periódica de los grandes Días y Noches, de igual duración, del universo de mundos manifestados. Un día de los mortales se calcula por el sol y consta sólo de doce horas de duración. En Mercurio sería diferente, y en Saturno o Urano tardaría aun más. Pero un día de Brahma se compone de lo que ha sido denominado Manvántara - o período entre dos humanidades - catorce en número. Estos Manvántaras comprenden cuatro billones y trescientos veinte millones de años solares o terrestres y equivalen a un día de Brahma. Cuando se inaugura este día, la evolución cósmica, en lo que a este sistema solar concierne, comienza, y se toma de uno a dos billones de años en desarrollar la etérea materia primordial, antes de que los reinos astrales del mineral, el vegetal, el animal y el humano sean posibles. Este segundo intervalo toma unos trescientos millones de años y, aún entonces, procedimientos más materiales marchan hacia adelante hasta efectuar la producción de los reinos tangibles de la naturaleza incluyendo al hombre. Esto abarca más de un billón y medio de años. El número de años solares incluídos en el presente período "humano" es de más de dieciocho millones. Esto es precisamente lo que Herbert Spencer designa como el gradual advenimiento de lo conocido y heterogéneo desde lo desconocido y homogéneo. Porque los antiguos filósofos egipcios e hinduístas nunca admitieron una creación salida de la nada, sino que enérgicamente insistieron simpre en el hecho de la evolución or etapas graduales, de lo heterogéneo y lo diferenciado siempre procedente de lo homogéneo y lo no diferenciado. Ninguna mente puede comprender qué es lo Desconocido, Infinito y Absoluto; ésto es, que no tiene comienzo y que no tendrá fin; que es a la vez el último y el primero, porque, ya sea diferenciado o reabsorbido en Sí mismo, Ello siempre Es. Este es el Dios a que se refiere la Biblia Cristiana, como el Dios alrededor de cuyo pabellón reinan las sombras. Esta cronología cósmica y humana de los Hindúes es ridiculizada por los orientalistas occidentales, aunque ellos no pueden proveer nada mejor y continuamente están en desacuerdo sobre este mismo tema. En la traducción literaria del Vishnu Purana, de Wilson, éste lo califica de ficción sin fundamento, y de ostentación infantil. Pero los Francmasones, aunque inactivos sobre este asunto, deberían saber algo más sobre éso. Ellos podrían encontrar en la narración de la construcción del templo de Salomón, con materiales heterogéneos traídos de todas partes, y en su erección sin que se oyera el ruido de una herramienta, un acuerdo con esas ideas de sus hermanos egipcios e hindúes, pues el Templo de Salomón simboliza al hombre, cuya estructura es construída, perfeccionada y decorada en silencio y sin que se haga el menos ruido, pero los materiales tuvieron que ser encontrados, acumulados y moldeados en lugares diversos y distantes. Estos son los períodos a que nos referimos anteriormente, muy distantes y muy silenciosos. El hombre no podía tener un templo corporal en el cual residir, hasta que toda la materia en su mundo y a su alrededor no hubiera sido encontrada por el Maestro, que es el hombre interno; y cuando esa materia fue encontrada, los planos para construir el templo requirieron ser elaborados, teniendo después que ser llevados a cabo con minuciosos detalles, hasta que todas las partes estuviesen perfectamente disponibles y ajustadas para incorporarlas a la estructura final. Así pues, en el vasto intervalo de tiempo que comenzó después que la primera casi intangible materia había sido recolectada y amasada, los reinos mineral y vegetal tuvieron sobre la tierra absoluta posesión aquí, con el Maestro - el hombre - quien estaba oculto, invisible en el interior llevando hacia adelante los planes para la fundación del templo humano. Todo ésto requiere muchísimas edades, puesto que sabemos que la naturaleza jamás avanza a saltos. Después que el trabajo rudimentario fue terminado y el templo humano erigido, muchas más edades serían necesarias para que los servidores, sacerdotes y consejeros aprendiesen perfectamente sus funciones, con el fin de que el hombre, el Maestro, pudiera ser capaz de usar el templo para sus mejores y más elevados propósitos.
William Judge . El Oceano de la Teosofia .