El maestro es tan solo una miniatura de la totalidad. Al acercarte al maestro empiezas
a tomar conciencia de la beatitud, de la cercanía..., del amor, de la intimidad, de la implicación, del compromiso. Y poco a poco comprendes que si simplemente estar tan cerca de una sola persona puede aportar semejante alegría, cuánta más habrá cuando estés cerca de la totalidad. El maestro es solo el principio, el maestro no es el fin. Y el verdadero maestro es solo una puerta: puedes pasar por él e ir más allá. El verdadero maestro te ayuda a ir más allá... Dices: «Tú no tuviste ningún maestro. Ningún buda ha tenido un maestro. A veces pienso que escoger un maestro significa impedir la propia iluminación.» La iluminación es simplemente la iluminación; no es ni mía ni tuya. El ego está separado; la esencia no está separada. Pensar en términos de tu propia iluminación es volver a estar atrapado en la red, en la trampa del ego. No lo entiendes. Si piensas en tu propia iluminación igual que piensas en tu propio coche, tu propia casa, tu propia esposa, empiezas a considerar la iluminación como algo que poseerás. No estarás ahí para poseerla. Serás poseído por ella. Y entregarte a un maestro denota simplemente un experimento de ser poseído por alguien: te mermas a ti mismo y el otro entra en ti y te llena. Aprendes a entregarte. Es tan solo el ABC de la entrega. Pero no puedes aprender el XYZ si ni siquiera has aprendido el ABC. Cuando vas a aprender a nadar, no vas directamente al océano, no vas a las aguas profundas; aprendes en aguas poco profundas, cerca de la orilla, o aprendes en una piscina. El maestro es como una piscina en la que puedes aprender a nadar. Una vez que has aprendido, todos los océanos son tuyos; entonces puedes ir a cualquier parte. Entonces toda esta existencia te pertenece. Pero ya no estás ahí. De hecho, será mejor decir que tú le perteneces a toda la existencia: no que tú posees la iluminación; la iluminación te posee a ti. «A veces pienso que escoger un maestro significa impedir la propia iluminación.» Todavía no tienes un maestro, así que ¿quién ha impedido que te ilumines? ¿Por qué no estás iluminado todavía? Si elegir un maestro impide la iluminación, entonces los que no tienen maestros deben estar iluminados. Elegir al maestro no impide la iluminación. Ser atrapado por el maestro, quedar atrapado en el maestro, impide la iluminación..., y son dos cosas diferentes. Por eso dice Buda: «Si me encuentras en el camino, mátame inmediatamente.» Y yo también te digo: si me ves en el camino, mátame inmediatamente. El maestro es una escalera: tienes que usarla y tienes que ir más allá. El maestro es una barca: tienes que usarla y cuando hayas llegado a la otra orilla tienes que dejar la barca. No necesitas llevarla sobre la cabeza. Si la llevas en la cabeza, eres estúpido y no has llegado a ninguna parte: debes de estar soñando... porque gente tan estúpida nunca llega a la otra orilla. Elegir al maestro no impide la iluminación, pero llega un momento en que tienes que ir más allá del maestro; entonces no te aferres: aferrarte al maestro te estancará. Pero si es un maestro verdadero, no te permitirá que te aferres a él. Ésa es la definición de un maestro verdadero: te enseña a implicarte, te enseña a comprometerte, y un día te enseña a volver a descomprometerte, a volver a desimplicarte. Entonces el maestro es perfecto. Los llamados maestros corrientes solo te enseñan una cosa: cómo apegarte a ellos y luego seguir apegado a ellos. Ésa es la definición de un maestro falso. Evita a los maestros falsos. Pero encontrar un maestro verdadero no impedirá tu iluminación. No te iluminarás sin él. Es un fenómeno paradójico: tienes que elegir al maestro y tienes que ir más allá del maestro. Si comprendes esta paradoja, mi respuesta te resultará clara.
Osho . El Secreto de los Secretos: Charlas sobre el secreto de la Flor Dorada .