Hacia aquí la idea del sufrimiento apenas se asocia a la del sacrificio, pues como

visto en el curso de nuestro estudio, los cuerpos astrales de las plantas no están suficientemente organizados para las sensaciones agudas de placer o de dolor. Pero cuando consideramos la ley del sacrificio en el reino animal, no podemos por menos de reconocer que el dolor se asocia a la ruptura de las formas. Puede decirse que la suma de dolor ocasionado cuando, en “el estado de naturaleza”, un animal hace a otro presa suya, es comparativamente insignificante en cada caso particular, habiendo, sin embargo, dolor; y en verdad se puede decir también, que en el papel que desempeña ayudando a la evolución de los animales, acrecienta el hombre considerablemente ese dolor vigorizando los instintos depredatorios de los animales carnívoros en vez de debilitarlos. Sin embargo, no es {el quien ha infundido estos instintos en el animal, aunque los haya puesto a su propio servicio para sus propósitos; y en innumerables variedades de animales carniceros en cuya evolución no ha ejercido el hombre influencia directa, las formas se sacrifican para el mantenimiento de otras como en el reino mineral y vegetal. La lucha por la existencia siguió su curso desde mucho antes que el hombre apareciese sobre la escena y acelerase la evolución de la vida y de las formas, mientras el dolor inherente a la destrucción de las formas comenzaba su larga tarea; hacer sentir a la Mónada evolutiva el carácter transitorio de todas las formas que perecen y la vida que subsiste.

Annie Besant . La sabiduría antigua .

Índice