ETROBACIA. – Nombre griego, que significa pasear o levantar en el aire; los espiritistas modernos

la llaman levitación. Puede ser consciente o inconsciente. En el primer caso es magia; en el segundo, desequilibrio, enfermedad o un poder cuya significación se dilucida en pocas palabras. En un manuscrito siríaco, traducido por Malchus, alquimista del siglo XV, se lee una explicación simbólica de la etrobacia con respecto a Simón el Mago. Dice así: “Simón, con el rostro en tierra, murmuró: “¡Oh madre Tierra, ruégote me concedas algo de tu aliento, y yo te daré el mío! ¡Suéltame, oh madre, y llevaré tus palabras a las estrellas y fielmente volveré después a ti!” y la tierra, vigorizando sin detrimento su condición, envió a su genio a infundir algo de su aliento en Simón, mientras él respiraba en ella; y las estrellas se regocijaron a la vista del Potente”. Para comprender esto, es preciso recordar que las electricidades del mismo signo se repelen y las de signo contrario se atraen. “El más elemental conocimiento de la química”, dice el profesor Crooke, “nos enseña que mientras los cuerpos de opuesta naturaleza se combinan enérgicamente, apenas hay afinidad entre dos metales o dos metaloides de propiedades análogas”. La tierra es un cuerpo magnético o un gran imán, como afirmó ya Paracelso hace 300 años. Está cargada de electricidad positiva, que genera continua y espontáneamente en su centro de movimiento. Los cuerpos humanos y todos los objetos materiales están cargados de electricidad negativa, lo cual equivale a decir que los cuerpos orgánicos e inorgánicos generan y se cargan constante e involuntariamente por sí mismos de electricidad contraria a la de la tierra. Ahora bien: ¿qué es el peso? Sencillamente la atracción de la tierra. “Sin la atracción de la tierra nada pesarían nuestros cuerpos”, dice el profesor Stewart (28), “y si pesáramos doble, experimentaríamos doble atracción”. ¿Cómo podemos librarnos de esta atracción? Según la ley antes enunciada, la atracción de nuestro planeta retiene a los cuerpos en la superficie terrestre; pero ¿cómo explicar que la ley de gravitación haya sido infringida muchas veces por levitaciones de personas y objetos inanimados? La condición de nuestro sistema fisiológico, al decir de los filósofos teúrgicos, depende en gran parte de nuestra voluntad, que bien regulada puede operar entre otros “milagros” el cambio de polaridad eléctrica, de negativa en positiva, de modo que el imán-tierra repela el objeto o cuerpo y no ejerza la gravedad acción ninguna. Será entonces tan natural para el hombre lanzarse al espacio, hasta que la fuerza repulsiva pierda su eficacia, como antes permanecer sobre la tierra. La elevación de su vuelo dependerá de la mayor o menor habilidad en cargar su cuerpo de electricidad positiva. Obtenido este dominio sobre las fuerzas físicas, la levitación es cosa tan sencilla como el respirar. El estudio de las enfermedades nerviosas ha demostrado que, tanto en el sonambulismo ordinario, como en el hipnótico, parece disminuir el peso del cuerpo. El profesor Perty cita el caso del sonámbulo Kochler, que flotaba sobre el agua. La vidente de Prevost no podía permanecer sentada en la bañera, porque sobrenadaba en el agua del baño. Dice además que Ana Fleiser, enferma de epilepsia, se mantenía con frecuencia en el aire, según la vio varias veces el superintendente del hospital, y en otra ocasión se levantó hasta más de dos metros por encima de su cama, en presencia de testigos fidefignos, entre los cuales había dos eclesiásticos. En su Historia de las brujerías de Salem cita Uphame el caso parecido de Margarita Rule. “La levitación, dice el profesor Perty, ocurre con mayor frecuencia en los sujetos extáticos que en los sonámbulos”. Estamos acostumbrados a considerar la gravitación como ley absoluta e inalterable, y nos parece inadmisible la idea de una completa o parcial levitación que la contraríe. Sin embargo, en estos fenómenos la gravitación queda anulada por fuerzas materiales. En muchas enfermedades, como por ejemplo en las calenturas nerviosas, el peso del cuerpo humano parece aumentar, pero en los éxtasis disminuye. Por lo tanto, pueden haber fuerzas físicas contrarias a la gravedad. La revista de Madrid: Criterio Espiritista cita el interesante caso de una joven labradora de cerca de Santiago, que se suspendía en el aire al colocar horizontalmente sobre ella, a una distancia de medio metro, dos barras de hierro magnetizadas. Si los médicos observasen a estos individuos levitados, verían que están electrizados en el mismo signo que el suelo, el cual, según la ley de gravedad, debería atraerlos, o al menos evitar su levitación. Y si los desequilibrios físico-nerviosos o los éxtasis espirituales producen inconscientemente los mismos efectos, tendremos que esta fuerza puede ser dirigida y regulada a voluntad.

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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