Vemos que el sol recorre todos los días un arco de su gran círculo. Vemos

que este arco es cada día el único que recorre para nosotros y vemos que va siguiendo todos sus puntos con una regularidad perfecta. Aprendamos su lección y tomemos el ejemplo que debemos seguir. Veámonos todos nosotros como astros que tienen que recorrer un arco cada uno en la gran esfera de la obra de nuestro Dios. Desde el polo hasta el ecuador, cualquiera que sea nuestra latitud, recorramos nuestro arco con fidelidad y sin dejar que se escape el mínimo murmullo, sin el mínimo movimiento de celos ni deseo de tener que aparecer en un clima más afortunado que el que tenemos asignado. Recorramos nuestro arco, lo mismo que lo hace continuamente el sol, sin tener en cuenta si brillamos sobre la Arabia feliz o sobre las arenas del África o sobre los desiertos de Tartaria. Recorramos nuestro arco, como él, purificando las regiones que se encuentren bajo nuestro paso y sin dejar nunca que se empañe nuestro fulgor por las manchas y las influencias infectas que se levantan de estas regiones.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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