No es que, por nuestra victoria sobre estos animales feroces que tratan a diario de
devorarnos, vayamos a tenerlos completamente fuera de nuestro círculo y sin ninguna relación con nuestra existencia. No. Están unidos a nosotros por la naturaleza de nuestra carne y de nuestra sangre y están destinados a verse arrastrados con todo nuestro ser en el círculo pasajero que recorremos, lo mismo que el abismo se ve arrastrado con el universo en el amplio círculo del tiempo; pero, del mismo modo que este abismo es arrastrado por el universo, sin que por ello le perjudique ni entorpezca la marcha de sus operaciones ni el cumplimiento de sus leyes, de ese mismo modo la región de nuestros animales voraces debe arrastrarse con nosotros, sin mezclarse en las funciones de nuestro espíritu, como si ocupase una morada distinta, sin ser para nosotros más de lo que es el abismo para el universo, es decir, para hacer de contrapeso y para que no nos remontemos a la región de la vida antes de haber tenido tiempo para purgar nuestros elementos espirituales, sin lo cual no seríamos admitidos en su seno.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .