¿No es una cosa muy extraña que en este mundo, donde hay tanta distracción, tanto
entretenimiento, casi todos sean espectadores y muy pocos sean actores? Cada vez que tenemos un poco de tiempo libre, casi todos buscamos alguna forma de diversión. Tomamos un libro serio, una novela o una revista. Si estamos en América, encendemos la radio o la televisión, o nos complacemos en charlas interminables. Hay una constante exigencia de diversión, de entretenimiento, de que se nos saque fuera de nosotros mismos. Tenemos miedo de estar solos, sin compañía, sin ninguna clase de distracción. Somos muy pocos los que caminamos alguna vez por los campos o los bosques sin charlar ni cantar canciones, sino sólo paseando en silencio, observando las cosas que hay alrededor y dentro de nosotros. Casi nunca hacemos eso porque, ya lo ven, casi todos estamos muy aburridos; nos hallamos atrapados en una monótona rutina de aprender o enseñar, en la rutina de los deberes domésticos o de un empleo, y entonces, cuando disponemos de tiempo libre, queremos divertirnos, ya sea con ligereza o seriamente. Leemos o vamos al cine o nos volvemos hacia alguna religión, que es la misma cosa. La religión también se ha convertido en una forma de distracción, una especie de escape serio para evitar el aburrimiento, la rutina.
Jiddu Krishnamurti . El Proposito de la Educacion .