¿Cuál es el origen del deseo, y cómo puede uno librarse de él? Es un
joven el que formula esta pregunta; ¿y por qué debería él librarse del deseo? ¿Comprenden? Es un muchacho, está lleno de vida, de vitalidad, ¿por qué debería librarse del deseo? A él le han dicho que verse libre del deseo es una de las más grandes virtudes, y que al librarse del deseo realizará a Dios, o como sea que pueda llamarse este algo esencial, supremo. Así que pregunta: “¿Cuál es el origen del deseo, y cómo puedo librarme de él?” Pero el impulso mismo de librarse del deseo, sigue siendo parte del deseo, ¿no es así? En realidad, está movido por el temor. ¿Cuál es el origen, la fuente, el principio del deseo? Uno ve algo atractivo y lo desea. Ve un automóvil, o un bote, y desea poseerlo; o desea alcanzar la posición de un hombre rico, o convertirse en un sannyasi. Este es el origen del deseo: visión, contacto, del cual emana la sensación, y de la sensación surge el deseo. Ahora bien, reconociendo que el deseo trae conflicto, usted pregunta “¿Cómo puedo librarme del deseo?” De modo que lo que usted quiere realmente no es librarse del deseo, sino librarse de la zozobra, la ansiedad, el dolor que el deseo ocasiona. Quiere librarse de los frutos amargos del deseo, no del deseo mismo, y esto es algo muy importante que hay que comprender. Si al deseo pudiera usted despojarlo del dolor, del sufrimiento, de la lucha, de todas las ansiedades y temores que lo acompañan, de tal modo que sólo quedara el placer, ¿querría entonces librarse del deseo? En tanto exista el deseo de ganar, de realizarse, de llegar a ser en cualquier nivel que sea- habrá inevitablemente ansiedad, dolor, miedo. La ambición de ser rico, de ser esto o aquello, se desprende de nosotros solamente cuando vemos la podredumbre, la naturaleza corruptora de la ambición en sí. En el momento en que vemos que el deseo de poder en cualquiera de sus formas el poder de un Primer Ministro, el de un juez, el de un sacerdote, el de un gurú- es fundamentalmente perverso, ya no abrigamos el deseo de ser poderosos. Pero no vemos que la ambición es corruptora, que el deseo de poder es maligno; al contrario, decimos que usaremos el poder para el bien lo cual es una completa insensatez. Un mal medio jamás puede usarse para un buen fin. Si el medio es malo, el fin también lo será. El bien no es lo opuesto del mal. El bien se manifiesta cuando aquello que es el mal ha cesado por completo. Por lo tanto, si no comprendemos toda la significación del deseo con sus resultados, con sus secuelas, el mero tratar de librarnos del deseo no tiene ningún sentido.
Jiddu Krishnamurti . El Proposito de la Educacion .