Existe también la cuestión del ocio. La gente dispone de más y más tiempo libre,
especialmente en las sociedades acomodadas. ¿Qué hace uno con el ocio? Eso se está convirtiendo en un problema: más diversión, más cinematógrafo, más televisión, más libros, más parloteo, más botes, más criquet, ustedes saben, aquí y allí, cubriendo el tiempo ocioso con toda clase de actividades. La Iglesia dice que lo llenemos con Dios, yendo a la iglesia y rezando todas estas tretas que siempre han usado pero que no son otra cosa que una forma de entretenimiento. O nos dedicamos a hablar interminablemente de esto y de aquello. Si disponen de ocio ¿lo usarán para volverse hacia lo interno o hacia lo externo? La vida no es sólo vida interior; la vida es un movimiento, es como la marea que fluye y refluye. ¿Qué haría usted con el ocio? ¿Volverse más erudito, más hábil en citar libros? ¿Se iría por el mundo dando conferencias (lo cual desafortunadamente hago yo), o se volvería muy profundamente hacia dentro? Para poder penetrar muy hondo en lo interno, es indispensable comprender también lo externo. Mientras más comprenden lo externo no meramente el hecho de la distancia entre aquí y la luna, ni el conocimiento técnico, sino los movimientos externos de la sociedad, de las naciones, las guerras, el odio que hay en todas partes- cuando lo comprenden, entonces pueden penetrar profundamente en lo interno, y esa profundidad interna no tiene límites. Uno no dice, “he llegado al final, esto es la iluminación”. Nadie puede darnos la iluminación; ésta surge cuando se comprende la confusión, y para comprender la confusión hay que observarla.
Jiddu Krishnamurti . El vuelo del águila .