La experiencia implica a un experimentador, una entidad como experimentador. Por consiguiente, cuando él experimenta,

debe reconocer lo que experimenta, de otro modo eso no es una experiencia. Y cuando lo reconoce, ya es lo conocido; por lo tanto, la experiencia pertenece al pasado. La mente busca experiencias a través de las drogas (como está de moda ahora en Occidente), drogas de distintos tipos a fin de tener grandes viajes en el cielo. Tiene que existir, siempre existe el experimentador que apetece, busca, anhela, espera experiencias trascendentales, supercósmicas y qué sé yo cuántas más. Y cuando uno busca experiencias siempre las encontrará dentro del patrón, dentro del condicionamiento de la mente del experimentador. Por lo tanto, hay una división entre el experimentador y la cosa experimentada y, en consecuencia, siempre hay un buscar, un desear, un andar a tientas, un conflicto. Y estamos diciendo que eso no es meditación. La más alta forma de sensibilidad, con el cerebro completamente quieto, es la cualidad del amor. Si hay amor en nuestro corazón, ésa es la cosa más extraordinaria. El amor no es placer. El amor no tiene nada que ver con el miedo. No está relacionado con el sexo. Es la cualidad de la mente libre, sensible, inteligente, con un cerebro que no responde en términos del pasado y que, por lo tanto, se halla en silencio. Entonces, el corazón da con este perfume llamado amor. La comprensión de esto es meditación. Esos son los cimientos de la meditación.

Jiddu Krishnamurti . Encuentro Con la Vida .

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