Ningún Arhán, oh lanú, llega a serlo en aquella encarnación en que, por vez primera,
empieza el Alma a suspirar por la Liberación final. Sin embargo, oh tú de corazón al1sioso, a ningún guerrero que voluntariamente se ofrezca a pelear en la fiera lucha entre los vivos y los muertos, a ningún recluta se le puede negar el derecho de entrar en el sendero que conduce al campo de batalla. Porque, o vencerá, o sucumbirá. Si vence, el Nirvana será suyo. Antes que arroje la sombra de su envoltura mortal, aquella causa preñada de angustias y de dolor sin límites, venerarán los hombres en él un grande y santo Buddha. Y si sucumbe, entonces tampoco sucumbe en vano; los enemigos a quienes mató en el combate postrero, no volverán a la vida en su próximo nacimiento. Pero si quieres obtener el Nirvana, o desechar el premio, no sea tu incentivo el fruto de la acción y de la inacción, oh tú de corazón intrépido.
H.P. Blavatsky . La voz del silencio .