Vivimos en un mundo de formas, las cuales están constituidas por vidas, y estas vidas
tienen su propia influencia emanante y contribuyente. A su vez consta de tres grupos principales: Esas emanaciones que al surgir de las células mismas y depender de su cualidad, producen efectos buenos o malos, y densifican o refinan, elevan o rebaja, debido a su influencia, la vibración física del unido cuerpo celular. Como bien sabemos, el efecto físico que produce el hombre de naturaleza burda, bruta y animal, será distinto a los efectos refinados y embellecedores producidos por el contacto con un alma madura, actuando en un cuerpo refinado, aseado, disciplinado y purificado. Esas emanaciones, esencialmente físicas, responsables de esa afinidad química entre un cuerpo animal y otro, producen la atracción de los sexos. Es un aspecto del magnetismo animal y la respuesta de las células al llamado de otras células, actuando de acuerdo a la Ley de Atracción y Repulsión. Es compartida por el hombre y los animales, y siendo instintiva, está libre de toda reacción mental. Esas fuerzas o emanaciones, respuesta de las células o los ritmos armónicos, dependen, por lo tanto, de que la célula posea algo de aquello a lo cual responde. Dichas emanaciones son aún poco comprendidas; pero se evidenciarán a medida que avance la raza. Este tipo de fuerza es ese algo misterioso que permite al cuerpo físico, por ejemplo, reconocer como armónico o congénito al medio ambiente físico circundante. Es esa reacción indefinible que hace que dos seres humanos (aparte de toda atracción sexual, porque las personas del mismo sexo lo sienten mutuamente) tengan un efecto físico armónico entre sí. Esto, en el plano externo, es la base esotérica de toda relación grupal, y la comprensión de estas emanaciones permite que se lleve a cabo el aislamiento y la segregación de razas de acuerdo al gran plan evolutivo.
Alice A. Bailey . El Sexo .