Cuando uno es joven tiene que ser revolucionario, no por mera rebelión, eso es bastante

fácil, es lo que hace todo el mundo. Pero ser realmente revolucionario en el verdadero sentido de la palabra, no en el sentido chino o comunista, sino psicológicamente revolucionario, implica la no aceptación de norma alguna establecida por uno mismo o por otro, implica no amoldarse ni aceptar ninguna clase de autoridad, lo cual significa estar libre de temor. Y sobre la base de esa libertad, uno puede vivir una clase de vida por completo diferente. No una vida establecida por las viejas generaciones con sus guerras, su modo comparativo de vivir, sus dioses, sus religiones, sus salvadores y sus sacerdotes. Todo eso está acabado, muerto. Por lo tanto, cuando uno es joven y no está comprometido con una familia, un empleo y todas las actividades y desdichas consiguientes, es entonces, me parece, que puede empezar a sembrar una semilla que habrá de florecer a lo largo de su vida, en vez de perderse en todas las insensatas y absurdas búsquedas de nuestra existencia cotidiana. Y eso implica, de hecho, una acción continua que sólo puede tener lugar cuando hay intensidad, urgencia y pasión; no la urgencia superficial de alguna satisfacción sexual, ni la urgencia de amoldarse a un patrón particular de fumar marihuana o tomar drogas. Estas diversas formas de abuso e indulgencia distorsionan la mente y, a medida que uno envejece, estas distorsiones empeoran. Es por eso que uno debe estar atento no sólo a las cosas exteriores, sino también al profundo movimiento interno de los deseos, las búsquedas, los motivos, los temores y las ansiedades. Es como arar un campo y después sembrarlo; desgraciadamente, casi todos nosotros estamos perpetuamente arando y cavando, pero al parecer jamás sembramos. La siembra es acción, pero si esa acción es el resultado de un pavón particular, entonces no sólo es incompleta sino que engendra todo tipo de problemas y ansiedades. Yo no sé si han notado que, cuando uno hace algo completamente, no sólo con el intelecto sino que pone en ello la totalidad de la mente y el corazón, entonces una acción así no tiene pasado ni futuro. Es completa; y en esa acción completa hay belleza y hay amor. Y eso es lo que está perdiéndose en nuestra vida; no conocemos esta acción completa en la que no existen ni el pasado ni la sombra del futuro. Es una acción total, inmediata y urgente. Y en esa acción hay una llama; esta llama puede dar origen a una revolución tremenda, tanto en lo externo como internamente. Ustedes habrán advertido cómo un río cambia su curso cuando está bloqueado por una gran roca; todo el río ha tomado un rumbo completamente distinto. De la misma manera, una acción que es total, completa, que no está contaminada por nuestro ambiente, por nuestras inclinaciones o tendencias personales, una acción así origina un modo de vida diferente. Y, después de todo, eso es lo que nos interesa en estas discusiones, el vivir cotidiano factual. En ese vivir hay muy poca belleza, jamás hay una acción completa y, por lo tanto, no se percibe ese perfume que uno puede llamar amor. Casi todos nosotros somos egocéntricos; todas nuestras actividades se hallan trabadas por este anhelo que es el núcleo mismo de nuestra existencia, que es el “yo”.

Jiddu Krishnamurti . Encuentro Con la Vida .

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