Babinet admite desde luego sin dudar en lo más mínimo la rotación de las mesas,

que según dice “es capaz de manifestarse enérgicamente con movimiento velocísimo, que ofrece vigorosa resistencia cuando se intenta detenerlo” (16). El insigne astrónomo explica el hecho del modo siguiente: “Los débiles y concordados impulsos de las manos puestas encima de la mesa la empujan suavemente hasta oscilar de derecha a izquierda... Cuando al cabo de un rato se inicia en las manos un estremecimiento nervioso y se armonizan los impulsos individuales de los experimentadores, empieza la mesa a moverse” (17). Babinet considera esta explicación muy sencilla, “porque el esfuerzo muscular obra como en las palancas de tercer orden, en que el punto de apoyo está muy cerca de la potencia que comunica gran velocidad al objeto, a causa de la corta distancia que ha de recorrer la fuerza motora... Algunos se maravillan de que una mesa sujeta a la acción de varios individuos sea capaz de vencer poderosos obstáculos y que se rompan las patas cuando se la detiene bruscamente; pero esto nada de particular tiene en comparación de la energía desarrollada por la armonía y concordancia de los impulsos individuales... Repetimos que no ofrece dificultad alguna la explicación física del fenómeno” (18). De este informe se infieren claramente dos conclusiones: la realidad del fenómeno y lo ridículo de su explicación. Babinet dio con ello motivo a que alguien se riera de él, pero como buen astrónomo sabe que también el sol tiene manchas. Además, aunque Babinet lo niegue, hemos de tener en cuenta la levitación de la mesa sin contacto. De Mirville dice que la tal levitación es “sencillamente imposible, tan imposible como el movimiento continuo” (19). impo ¿Quién se atreverá después de esto a creer en las imposibilidades científicas? Pero las mesas no se contentan con oscilar, bailar y voltear, sino que también resuenan con golpes, a veces tan fuertes como pistoletazos. Sin embargo, la explicación científica no llega más que a suponer ventrílocuos a los testigos y a los investigadores. Babinet publicó a este propósito, en la Revista de Ambos Mundos, un soliloquio dialogado a la manera del En Soph de los cabalistas. Dice así: -¿Qué podemos inferir en definitiva de los fenómenos sometidos a nuestra observación? ¿Se producen tales golpes? -Sí. -¿Responden a preguntas? -Sí. -¿Quién produce estos golpes? -Los médiums. -¿Cómo? -Por el ordinario método acústico del ventriloquismo. -¿Pero no podrían proceder estos golpes del crujido de los dedos de manos y pies? -No, porque entonces procederían siempre del mismo punto, y no sucede así (20). A este propósito dice De Mirville: “Ahora bien, ¿qué pensar de los norteamericanos y de sus millares de médiums, que producen los mismos golpes ante millares de testigos? De seguro que Babinet lo achará a ventriloquismo. Pero ¿cómo explicar semejante imposibilidad? Oigamos a Babinet, para quien es la cosa más fácil del mundo: “La primera manifestación observada en los Estados Unidos, se debió en resumen a un muchacho callejero que golpeó la puerta de un vecino, atraído tal vez por una bala de plomo pendiente de un hilo; y si el señor Weekman, el primer creyente de América, al notar por tercera vez los golpes, no oyó risas en la calle, fue por la esencial diferencia entre un francés medio árabe y un inglés aquejado de lo que llamamos alegría fúnebre” (21) en su famosa réplica a los ataques de Gasparín, Babinet y otros escritores, dice De Mirville: “Según los insignes físicos que han informado sobre el particular, las mesas voltean rápida y vigorosamente, ofrecen resistencia y, como ha demostrado Gasparín, se levantan sin que nadie las toque. Así como un juez decía que le bastaban tres palabras de puño y letra de un hombre para condenarlo a muerte, del mismo modo con las anteriores líneas nos empeñamos en confundir a los más famosos físicos del mundo y aun a revolucionar el globo, a menos que Babinet no hubiese tomado la precaución de indicar, como Gasparín, alguna ley o fuerza todavía desconocida. Porque esto zanjaría definitivamente la cuestión” (22). Pero en las notas relativas a los fenómenos e hipótesis físicas llega a su colmo la insuficiencia de Babinet para explorar el campo del espiritismo. Parece que De Mirville se muestra muy sorprendido de la maravillosa índole del fenómeno ocurrido en el Presbiterio de Cideville (23) hasta el punto de rehusar la responsabilidad de su publicación, no obstante haber sido presenciado por jueces y testigos. Consistió dicho fenómeno en que en el preciso instante pronosticado por un hechicero, se oyó un ruidoso trueno encima de la casa rectoral, y al punto penetró en ella un fluido a manera de rayo que derribó por el suelo a cuantos allí estaban al amor de la lumbre, tanto a los que creían como a los que no en el poder del hechicero. Después de llenar el aposento de animales fantásticos, subió por la chimenea y desapareció, no sin producir un estruendo tan espantoso como el primero. Sin embargo, añade De Mirville que como ya tenía sobradas pruebas de los fenómenos psíquicos, no quiso añadir esta nueva enormidad a otras tantas” (24). Pero Babinet, que con sus eruditos colegas tanto se había mofado de los dos demonólogos, y que por otra parte estaba resuelto a demostrar la falsedad de semejantes relatos, no puiso dar crédito al fenómeno de Cideville y en cambio relató otro mucho más inverosímil, según comunicación dirigida a la Acadamia de Ciencias, el 5 de Julio de 1852, reproducida sin comentario alguno y tan sólo como ejemplo de rayo esferoidal, en las obras de Arago (26).

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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