Quedémonos por el momento con esta secuencia de imágenes míticas: los dioses de la tormenta
golpean la tierra con «piedras de rayo»; tienen por insignia el hacha doble y el martillo; la tormenta es el signo de la hierogamia cielo-tierra. Al batir su yunque los herreros imitan el gesto ejemplar del dios fuerte; son, en efecto, sus auxiliares. Toda esta mitología elaborada en torno a la fecundidad agraria, a la metalurgia y al trabajo es, por otra parte, bastante reciente. La metalurgia, posterior a la alfarería y la agricultura, se enmarca en un universo espiritual en el que el dios celeste, todavía presente en las fases etnológicas de la cosecha y la caza menor, es definitivamente derrotado por el Dios fuerte, el Varón fecundador, esposo de la Gran Madre terrestre. Ahora bien, es sabido que en este nivel religioso la idea de la creación ex nihilo, operada por un Ser supremo uraniano, ha pasado a la penumbra para ceder su lugar a la idea de la creación por hierogamia y sacrificio sangriento: asistimos así a la transformación de la noción de creación en la de procreación. Esta es una de las razones por las cuales encontramos en la mitología metalúrgica los motivos de unión ritual y sacrificio sangriento.
Mircea Eliade . Herreros y alquimistas .