No hay para qué decir que las aptitudes morales no están más desarrolladas que las

mentales; aun no se ha concebido la idea de bien y del mal. No es posible introducir ni la más elemental noción de estos conceptos en un entendimiento falto de todo desarrollo. El bien y el placer son para él términos sinónimos, según aparece en el notable caso del salvaje australiano, mencionado por Carlos Darwin. Acosado aquél por el hombre, dio muerte al ser viviente que más a mano tenía, para servirle de alimento, recayendo la suerte en su propia mujer. Un europeo le echó en cara lo perverso de su acción, mas no le produjo impresión alguna; pues de la censura de que era una mala cosa el comerse a su mujer, sólo dedujo que el extranjero creía que era un alimento nauseabundo o indigesto; y en su consecuencia, rectificó a su interpelante, sonriéndose tranquilamente, y diciendo con satisfacción que “estaba muy buena”. Mídase con el pensamiento la distancia moral que separa a este hombre de San Francisco de Asís, y se concluirá que ha de haber una evolución para las almas como la hay para los cuerpos; y que de no ser así, tendríamos en al esfera del espíritu milagros absurdos y creaciones dislocadas.

Annie Besant . La sabiduría antigua .

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