No hemos de negar la intrínseca sabiduría de los antiguos juzgando por las, en apariencia,
supersticiosas fábulas con que velaron la explicación de los fenómenos naturales, pues a tanto equivaldría que, por ejemplo, dentro de quinientos años nuestros descendientes tacharan de antiguos ignorantones a los discípulos del profesor Balfour Stewart y de filósofo superficial a su maestro, por haber llevado éste a cabo experimentos con propósito de averiguar, como en efecto averiguó, que las manchas del sol están relacionadas con las enfermedades de algunas plantas y que influyen poderosamente en las condiciones de la tierra (27). Si la ciencia moderna llega a este punto, no hay motivo para tratar de locos o de bellacos a los astrólogos de la antigüedad. Entre la astrología natural y la judiciaria hay la misma relación que entre la fisiología y la psicología o entre lo físico y lo moral. Si posteriormente decayeron estas ciencias en pura charlatanería, gracias a unos cuantos impostores ávidos de ganancia, no es justo acusar de ello a los insignes astólogos cuyo amor al estudio y santidad de vida inmortalizaron los nombres de Caldea y Babilonia. Seguramente que no merecen el dicterio de impostores quienes desde el observatorio de Belo, rodeado de nubes, como dice Draper, remontaron sus exactas observaciones astronómicas hasta cien años acá del diluvio. Aunque se hayan ridiculizado los procedimientos que seguían los caldeos para divulgar las verdades astronómicas, cabe la duda de si aventajaban a los modernos procedimientos de enseñanza, pues en su tiempo la ciencia estaba hermanada con la religión y la idea del Creador era inseparable de las obras de la creación. El vulgo de Babilonia y de Grecia sabía que Urano (28) era el padre de Saturno y Saturno el de Júpiter, a quienes, así como a sus satélites, diputaban por divinidades; mientras que en nuestros tiempos apenas habrá entre las multitudes el uno por diez mil que conozca la respectiva posición y movimiento de los planetas del sistema solar.
H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .