Existen otros momentos en los que el ego desaparece por sí mismo, en momentos de
gran peligro, por ejemplo. Vas al volante de un coche y de repente ves que va a ocurrir un accidente. Has perdido el control del coche y no parece haber ninguna posibilidad de que te salves. Vas a estrellarte contra un árbol o contra un camión que viene en dirección contraria, o vas a caerte a un río: tienes la absoluta certeza. En esos momentos desaparece el ego, repentinamente. Por eso atraen tanto las situaciones peligrosas. Hay gente que escala el Everest. Es una meditación profunda, y quizá lo entiendan o quizá no. El montañismo tiene gran importancia. Escalar montañas entraña riesgos, y cuantos más riesgos entraña, más fascinante resulta. En esa actividad se vislumbra la ausencia del ego. Siempre que el peligro anda muy cerca, la mente se detiene. La mente solo puede funcionar cuando no existe el peligro, pero no tiene nada que decir cuando existe. El peligro te vuelve espontáneo, y con esa espontaneidad comprendes de repente que tú no eres el ego. También, como hay grandes diferencias entre las personas, si tienes sensibilidad estética, la belleza te abrirá las puertas. Solo con ver a una mujer o a un hombre hermosos, con un solo destello de belleza, el ego desaparece de repente. Hay algo que te sobrepasa. Y lo mismo pasa al ver un loto en un estanque, el crepúsculo o un pájaro en pleno vuelo, cualquier cosa que desencadene tu sensibilidad interna, cualquier cosa que tome posesión de ti tan profundamente durante unos momentos que llegues a olvidarte de ti mismo, que seas y al mismo tiempo no seas, que te abandones... Entonces también desaparece el ego. Es una ficción, que tienes que llevar adelante. Si te olvidas de ella unos momentos, se escapa. Y es bueno que existan esos momentos en los que se escapa y vislumbras lo verdadero y lo real. Por esos momentos se vislumbra que la religión no ha muerto. No se debe a los sacerdotes; por el contrario, ellos han hecho todo lo posible para matarla. No se debe a las personas religiosas, las que van a las iglesias, las mezquitas y los templos. En realidad no son religiosas; son unos farsantes. La religión no ha muerto gracias a esos escasos momentos que experimentamos casi todos. Toma nota de ellos, absorbe su espíritu, permite que se produzcan más, crea espacios para que ocurran con más frecuencia. Ese es el verdadero camino para buscar a Dios. No vivir en el ego es vivir en Dios.
Osho . El libro del ego .