Gradualmente los hombres se ven inducidos a subyugar su cuerpo, a dominar su inercia por
el cumplimiento metódico de cotidianos ritos religiosos, de carácter frecuentemente áspero; y sus actividades se reglamentan y canalizan en direcciones útiles. Se ven impelidos a vencer la forma y a mantenerla sumisa a la vida, y el cuerpo adquiere el hábito de prestarse a obras caritativas y benévolas, obedeciendo a las exigencias de la voluntad aun cuando esta no se halle estimulada todavía sino por el deseo de recompensa en el cielo. Podemos ver entre los indios, persas y chinos, como los hombres aprenden a reconocer sus múltiples obligaciones, a ofrecer por el cuerpo su sacrificio de obediencia y de veneración hacia los antepasados, los padres y los ancianos; a ser caritativos con delicadeza y buenos con todo el mundo. Poco a poco los hombres se ven obligados a desenvolver en el más alto grado el heroísmo y la abnegación, como atestiguan los mártires que entregan con gozo sus cuerpos a las torturas del potro antes que apostatar de sus creencias y traicionar su fe. Esperan, en verdad, una “corona de gloria” en el cielo en recompensa del sacrificio de su forma física; pero ¿no es ya bastante haber vencido el apego a la forma física y haber hecho el mundo invisible de tan modo real que se le puede tomar por el visible?.
Annie Besant . La sabiduría antigua .