El sabio, ya no gasta sus fuerzas en emociones irracionales; por ejemplo, no se ofende

ni por lo que le dicen ni por lo que le hacen. Si una persona tiene contra él un propósito ofensible o falso, ciertamente que de las diez veces las nueve, esta persona no ha tenido ninguna mala intención y juzga no solamente inútil, sino injusto, el mostrarse turbado. Aun en el raro caso en que el propósito es con mala intención, y que su autor ha querido ofenderle, él cree insensato el afectarse. Ninguna palabra colérica puede ultrajarle más que si él lo quiere, fijándose en ella y dejándola penetrar en sí mismo. Las palabras de los demás, ¿cómo pueden ser dignas de que les permita turbar su serenidad?.

C. W. Leadbeater . El Pensamiento su Poder Y Su Empleo .

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