Todas las cosas estaban llenas de vida esa mañana. Mientras uno las contemplaba, había un
sentimiento de júbilo inmenso; el cielo era azul, el sol iba asomando lentamente sobre los cerros y había una gran claridad. El sinsonte sobre el cable eléctrico hacía sus payasadas, saltando hacia lo alto, dando una voltereta y bajando nuevamente sobre el mismo punto del alambre. Mientras uno estaba observando cómo el pájaro se regocijaba, saltando en el aire y bajando luego en círculos con sus agudos chillidos y su alegría de vivir, sólo ese pájaro existía, no existía el observador. El observador ya no estaba allí, solamente el pájaro gris y blanco con su larga cola. En esa observación del pájaro que se regocijaba en su revoloteo, no había movimiento alguno del pensar.
Jiddu Krishnamurti . El Último Diario .