Este modelo cuaternario que antes considerábamos en forma vertical, como "descendiendo" de lo invisible a
lo visible, rebatido en el plano, es lo que ha conformado esencialmente los modelos arquitectónicos tradicionales de todas las culturas, desde los más simples a los más complejos y desarrollados. Constituye la síntesis de todo el espacio geográfico y del tiempo sagrado de esas culturas y por lo tanto de los que las habitan y se identifican con su esencia sagrada. Por otra parte, nosotros conocemos esas realidades por su expresión sensible en la cual ellas están contenidas, al hacerse presente su realidad inteligible en la caverna del corazón. En la tradición hebrea, se dice que "en medio de los pueblos está Israel, en Israel Jerusalén, en Jerusalén el Templo, y en el Templo el Sancta Sanctorum", lo que es una expresión en la horizontalidad terrestre, ligada con la simbólica de la peregrinación al Centro, de esos cuatro planos o niveles, que en realidad han sido emanados del Centro mismo, pues por la fundación, por la actualización de ese Centro, es que a partir de él se ha expresado la totalidad de ese mundo que se nombra, que existe y que articula todas esas posibilidades indefinidas que se ordenan gracias a él, constituyendo un Cosmos. Asimismo, en el Templo, miniatura del Mundo, así sea una tienda o un edificio en piedra, en el que se produce la entrada al espacio y al tiempo sagrados y el retorno al Centro y a la vertical, también hay varios niveles de lectura que corresponden a una profundización y a una llegada al verdadero Sí–mismo (por la salida por la abertura superior de la tienda o su análogo el ojo de la bóveda o cúpula). Desde la puerta, que correspondería a lo que comunica el Plano de Asiyah con el de Yetsirah, lo que permite pasar del espacio profano, que es el de la literalidad sensible (o mentalidad literal) a otro en el que por muy insuficiente que sea la comprensión, tal vez balbuciente, existe una apertura al misterio que se halla tras los ropajes del símbolo. La entrada al templo se produce por una conjunción de opuestos, por entre las dos columnas o marco de la puerta, que a su vez es una imagen del templo y del Arbol entero y significa al menos una toma de conciencia en el Plano de las Formaciones, y la sefirah Yesod, en este caso, corresponde a las aguas del bautismo cristiano, lo que está ligado a la recepción de la Enseñanza como capaz de regenerar la visión del mundo, de regenerar las imágenes y generar un centro en el que todas esas imágenes van teniendo sentido, o un primer sentido, que promueve ya de alguna manera una reunión de lo disperso y provoca una separación entre lo sutil y lo grosero, en la que irán participando de ahí en más los restantes elementos, análogos a lo que el plano de las vicisitudes individuales representan. Entre el baptisterio (que en ocasiones se halla fuera del templo, previo a la entrada) y el altar se ubican en el templo cristiano los laberintos, los que recorridos, en forma ritual, promueven el abandono de lo aprendido, la rectificación, "por la escuadra", gracias al empuje de un nuevo ser que se auto–genera, lo que no es sin los dolores, oscuridades, vacilaciones y temores de una gestación, promoviendo más allá de ello el nacimiento a lo verdaderamente sagrado, a la identidad que se dará en el altar o corazón del templo, que corresponde al bautismo de fuego. Sobre él se halla el sagrario, que reproduce en pequeño al Templo entero, el que se encuentra en la vertical del ojo de la cúpula, o en su caso, de la clave de bóveda o piedra angular.
Jose Manuel Rio . ACERCAMIENTO A LA CABALA: Sobre el Arbol de la Vida Sefirótico .