¿Qué relación hay entre el deseo y la voluntad? ¿Cómo surge el deseo? Primero están

las sensaciones visuales y táctiles; después el pensamiento crea una imagen sobre la base de esas sensaciones y así nace el deseo. Uno puede ver esto por sí mismo cuando en la vidriera de una tienda mira una camisa o un traje; al entrar a la tienda y tocar el material, surge la sensación táctil y entonces el pensamiento dice: “¡Qué lindo sería tener este traje!”. El pensamiento crea la imagen de uno poniéndose el traje y, en ese momento, aparece el deseo. Este es el movimiento: percepción, contacto, sensación todo muy natural y sano-, y entonces el pensamiento se apodera de la sensación, crea una imagen y ha nacido el deseo. La voluntad es la suma del deseo, el fortalecimiento del deseo, el impulso de lograr, de expresar el propio deseo y de adquirir; ésa es la operación del deseo reforzado por la voluntad. De modo que el deseo y la voluntad marchan juntos. Entonces el interlocutor pregunta: “Si no hay deseo ni voluntad, ¿por qué debería uno buscar el conocimiento de sí mismo?” ¿Qué es el conocimiento de uno mismo? Examinemos eso en primer lugar. Los antiguos griegos y los hindúes hablaron acerca del conocimiento propio. ¿Qué significa conocerse a sí mismo? ¿Puede uno conocerse a sí mismo? ¿Qué es el “sí mismo” que, aparentemente, es necesario conocer? ¿Y qué entiende uno por la palabra “conocer”? Yo conozco Gstaad porque he estado viniendo aquí por veintidós años. Los conozco a ustedes porque los he visto aquí por veinte años o más. Cuando uno dice “conozco”, quiere indicar con eso no sólo el reconocimiento sino también el recuerdo del rostro, del nombre. Está la asociación: “Me encontré con usted ayer y hoy lo reconozco”. Ésa es la memoria que está operando. De modo que cuando alguien dice: “Conozco”, ése es el pasado expresándose en el presente. Uno va a la escuela, al colegio, a la universidad y adquiere una gran cantidad de conocimientos. Después dice: “Soy químico, soy físico”, esto y aquello. Por lo tanto, cuando uno dice que debe conocerse a sí mismo, ¿llega a ese conocimiento propio de una manera fresca, nueva, o lo aborda desde una base de conocimientos ya adquiridos? ¿Alcanzan a ver la diferencia? Quiero conocerme a mí mismo. Puedo haber estudiado psicología o haber visitado a psicoterapeutas o haber leído muchísimo. ¿Abordo la comprensión de mí mismo por medio de ese conocimiento? ¿O llego a ello sin la previa acumulación de conocimientos sobre mí mismo? Cuando digo: “Debo saber acerca de mí”, ¿no estoy ya familiarizado conmigo a través del conocimiento pasado, el cual dicta el modo en que debo observarme? Es muy importante comprender esto si uno quiere investigarlo cuidadosamente. Teniendo, pues, un conocimiento previo acerca de nosotros mismos, usamos ese conocimiento con el fin de comprendernos, lo cual es absurdo. ¿Puede uno, pues, descartar todo cuanto ha entendido acerca de sí mismo sobre la base del conocimiento de otros (Freud, Jung, los psicólogos modernos) y mirarse de un modo nuevo, como si fuera la primera vez? Ahora bien, el interlocutor pregunta: “¿Son necesarios el deseo y la voluntad para observarme a mí mismo?” Vean lo que ocurre. Uno ha adquirido conocimiento acerca de sí mismo por medio de otros y ello se opone al hecho real de lo que uno es. ¿Ven la diferencia? Existe una contradicción entre lo que he adquirido y “lo que es”. Y para superar esta contradicción, ejercito la voluntad. Puedo haber acudido al más novedoso de los terapeutas y haber recibido de él ciertos conocimientos acerca de mí mismo; llevo esos conocimientos a mi casa y descubro que son diferentes de lo que yo soy. Entonces comienza el conflicto de ajustar lo que me han dicho a “lo que es”. Para superar ese conflicto, para suprimirlo o aceptarlo, entran en juego el deseo y la voluntad. Ahora bien, ¿son en absoluto necesarios el deseo y la voluntad? ¿Acaso no aparecen solamente cuando uno tiene que ajustarse a un patrón, a un patrón de lo que está “bien”? ¿No es entonces que comienza el conflicto, la lucha por superar, por controlar?.

Jiddu Krishnamurti . Encuentro Con la Vida .

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