Cuando se dispone de observaciones más precisas y elaboradas, se aprecia mejor el carácter ritual
del trabajo metalúrgico en África. R. P. Wyckaert, que ha estudiado de cerca los herreros de Tanganika, nos cuenta detalles significativos. Antes de ir al campamento el maestro herrero invoca la protección de las divinidades. «Vosotros, abuelos que nos habéis enseñado estos trabajos, prece-dednos (es decir, estad ante nosotros para mostrarnos cómo debemos obrar). Tú, el misericordioso que habita no sabemos dónde, perdónanos. Tú, mi sol, mi luz, cuida de mí. Yo os doy a todos las gracias.» n La víspera de la partida para los altos hornos todo el mundo debe guardar continencia. Por la mañana, el maestro herrero saca su caja de medicinas, la adora, y luego todos deben desfilar ante ella, arrodillándose y recibiendo sobre la frente una ligera capa de tierra blanca. Cuando la columna se encamina hacia los hornos, un niño lleva la caja de medicinas y otro un par de pollos. Una vez en el campamento, la operación más importante es la introducción de las medicinas en el horno y el sacrificio que la acompaña. Los niños llevan los pollos, los inmolan ante el maestro herrero e hisopean con la sangre el fuego, el mineral y el carbón. Luego «uno de ellos entra en el hogar, mientras que el otro se queda en el exterior, y ambos continúan las aspersiones diciendo varias veces (a la divinidad, sin duda): '¡Enciende tú mismo el fuego y que arda bien!'» (op. cit., p. 375). Según las indicaciones del jefe, el niño que se encuentra en el interior del horno coloca las medicinas en la zanja que se ha excavado en el fondo del hogar, deposita allí también las cabezas de los dos pollos y lo recubre todo con tierra. También la forja es santificada con el sacrificio de un gallo. El herrero entra en el interior, inmola la víctima y esparce su sangre sobre la piedra-yunque, diciendo: «Que esta fragua no estropee mi hierro. ¡Que me dé riqueza y fortuna!» (ibíd., p. 378).
Mircea Eliade . Herreros y alquimistas .