Sí, el corazón es el cielo del hombre y su alma es el Dios. El

Dios no puede morir; pero sus cielos pueden oscurecerse, pueden enrollarse, como un perga- mino. El único medio de que el hombre nuevo impida que sus cielos se oscu- rezcan es enrollarse como un pergamino, haciéndose un corazón a la imagen de Dios, identificándose con el que está a la derecha de Dios y así se manifiesta como vida. Hombres de paz, si queremos que nuestro cielo tampoco se os- curezca y no se enrolle como un pergamino, hagámonos un corazón que se parezca a la derecha de Dios, que luche, como ella, en todo el mundo contra los desórdenes; que, como ella, precipite la iniquidad por su propio peso; que, como ella, deje continuamente que salgan de su interior brotes de todas las virtudes y brille día y noche el candelabro de los siete brazos; que, como ella, pueda bastar para nuestra propia seguridad y las necesidades espirituales de los indigentes y, finalmente, como ella, esté siempre preparado para llevar a cabo la obra de Dios en todos los géneros y en todas las ocasiones.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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