La doctrina de la metempsícosis, tan acerbamente ridiculizada por los científicos y con no menos
dureza combatida por los teólogos, es un concepto sublime para quienes desentrañan su esotérica adecuación a la indestructibilidad de la materia e inmortalidad del espíritu. ¿No sería justo mirar la cuestión desde el punto de vista en que los antiguos se colocaron, antes de burlarnos de ellos? Ni la superstición religiosa ni el escepticismo materialista pueden resolver el magno problema de la eternidad. lA armónica variedad en la matemática unidad de la dual evolución del espíritu y de la materia está comprendida tan sólo en los números universales de Pitágoras, enteramente idénticos al “lenguaje métrico” de los Vedas, según ha demostrado el celoso orientalista Martín Haug en su por desgracia demasiado tardía traducción del Aitareya Brâhmana del Rig Veda, hasta ahora desconocido de los occidentales. Tanto el sistema pitagórico como el brahmánico entrañan en el número el significado esotérico. En el primero depende de la mística relación entre los números y las cosas asequibles a la mente humana; en el segundo, del número de sílabas de cada versículo de los mantras. Platón, ferviente discípulo de Pitágoras, siguió con tal fidelidad las enseñanzas de su maestro que sostuvo que el Demiurgos se valió del dodecaedro para construir el universo.
H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .