El placer es para nosotros una cosa extraordinariamente importante: el placer de una puesta de

sol, el placer de ver divertirse a alguien a quien queremos. Debemos, pues, considerar juntos todo el concepto del placer, porque es placer lo que deseamos, no podemos negarlo si somos honestos. Y ésa es nuestra dificultad, porque nunca somos seriamente honestos con nosotros mismos. Pensamos que ser tan honestos con nosotros mismos puede causar perturbación, no sólo a nosotros sino a otras personas. ¿Qué es el placer? ¿Poseer un hermoso automóvil, tener un exquisito moblaje antiguo, lustrarlo, contemplarlo y evaluarlo? Entonces uno se identifica con esos muebles y, al hacerlo, se convierte en esos muebles, porque con cualquier cosa que uno se identifica, uno es eso. Puede tratarse de una imagen, de un mueble, puede ser alguna idea, alguna conclusión, alguna ideología. Y la identificación es algo conveniente, satisfactorio; no incomoda demasiado y nos proporciona muchísimo placer. Sin embargo, el placer va acompañado por el temor. No sé si lo han observado. Está la otra cara de la moneda, pero uno no quiere mirar la otra cara y se dice a sí mismo que el placer es lo más importante, aun por medio de las drogas (que se están utilizando más y más en todo el mundo). Y hay placer en poseer a una mujer o a un hombre, el placer de tener poder sobre alguien, sobre la esposa o el marido. Admiramos el poder, lo exaltamos, lo idolatramos, ya sea el poder espiritual de la jerarquía religiosa o el poder de un político o el poder del dinero. Para quien les habla el poder es maligno. Están los que desean poder mediante el conocimiento, mediante la iluminación (la iluminación existe, pero no es la clase de estúpido disparate del que algunos hablan y que les confiere poder). La educación, la televisión, el medio, todo hace que seamos mediocres. Leemos demasiado acerca de lo que otros dicen. Y el éxito... ¡el éxito es la mediocridad absoluta! Debido a que nosotros mismos carecemos de poder, posición, status, entregamos el poder a algún otro y después le rendimos culto, lo adoramos. Y hemos vivido de ese modo por milenios, buscando poder, seguridad, dinero, y sintiendo que esas cosas nos darán libertad, la cual no es libertad en absoluto. En esa libertad podemos elegir lo que deseamos o lo que nos gusta, pero, ¿es libertad eso? ¿Han investigado esta cuestión de lo que implica la verdadera libertad? ¡No en el cielo! (Seguramente recuerdan aquel chiste... ¿puedo repetirlo? Dos hombres están en el cielo con sus alas y aureolas. Uno le dice al otro: “Si estoy muerto, ¿por qué me siento tan espantosamente mal?”). De modo que todas las formas de placer son parte de nuestras vidas, que se vuelven más y más repletas de sensaciones, más fáciles, vulgares y mediocres. Y así continuamos con nuestros placeres, y como secuela de los placeres viene el temor.

Jiddu Krishnamurti . Encuentro Con la Vida .

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