¿Qué es la voluntad? ¿Pueden responder a esta pregunta las ciencias experimentales? ¿Cuál es la

naturaleza de ese algo inteligente, incoercible y poderoso que prevalece con augusta soberanía sobre la materia inerte? La Idea universal quiso y el Cosmos brotó a la existencia. Yo quiero, y mis miembros obedecen. Yo quiero, y mi pensamiento atraviesa el espacio que para él no existe, envuelve el cuerpo de otro individuo, que no es parte de mí mismo, penetra en sus poros y cohibiendo sus facultades, si son flacas, le determina a una acción preconcebida. Actúa de modo semejante al fluido de una batería galvánica sobre un cadáver. Los misteriosos efectos de atracción y repulsión son los agentes inconscientes de la voluntad. La fascinación, tal como la ejercen las serpientes con los pájaros, es una acción consciente que dimana del pensamiento. El lacre, el vidrio y el ámbar atraen por el roce cuerpos ligeros y actualizan de este modo, aunque inconscientemente, la voluntad, porque tanto la materia organizada como la inorgánica, poseen una partícula de la esencia divina por indefinidamente pequeña que sea. ¿Y cómo no? Desde el momento en que, durante el proceso de su evolución, ha pasado del principio al fin por millones de formas diversas, debe retener el punto germinal de la materia preexistente, emanada en primera manifestación de la misma Divinidad. ¿Qué ha de ser entonces esta inexplicable fuerza atractiva sino una porción del akâsa, de aquella esencia en que tanto los sabios como los cabalistas reconocieron el “principio de vida”? Admitamos que la atracción ejercida por los cuerpos inorgánicos es ciega; pero según ascendemos en la escala de los seres, vemos que este principio de vida se desenvuelve a cada paso en más determinados atributos y facultades. El hombre, como ser más perfecto, en quien la materia y el espíritu, o sea la voluntad, alcanzan mayor desenvolvimiento, es el único capaz de comunicar impulso consciente al principio de vida que de él emana. Sólo el hombre puede comunicar al fluido magnético varios y opuestos impulsos de ilimitada dirección. Como dice Du Potet: “El hombre quiere y la materia organizada obedece. En él no hay polos”.

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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