Sí, la sangre es el infierno terrestre. Lejos de calmar la tormenta, sólo pre- tende

hacerla tan espantosa que el hombre no pueda evitar verse arrastrado al fondo del mar. Ordena a los cuatro vientos del cielo que vengan a agitar conti- nuamente las olas de este mar tormentoso y estas olas, al agitarse, se levantan lo suficiente para descubrir los cimientos del altar de Baal. ¡Oh sangre! ¡Oh sangre! Cada una de tus palabras es una revelación de la impiedad del hombre y una profecía del príncipe de la mentira. Por eso es por lo que todos nuestros días transcurren en la ilusión y en la nada. Por eso es por lo que vivimos en medio de las espesas tinieblas de Egipto.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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