Las preparaciones principalmente necesarias para recibir en el vehículo físico las vibraciones de la conciencia
superior son: su purificación de los materiales groseros por medio de alimento puro y vida pura; el dominio completo de las pasiones y la formación de carácter y mente equilibrados, que no se afecten por el tumulto y las vicisitudes de la vida externa; la costumbre de la meditación tranquila sobre asuntos elevados, apartando el pensamiento de los objetos de los sentidos y de las imágenes mentales que provocan, y fijándolo en cosas superiores; el abandono de toda precipitación, especialmente de aquella, desasosegada y excitable de la mente, que mantiene al cerebro en constante trabajo, pasando de un asunto a otro; un amor real de las cosas del mundo superior, por cuya virtud se nos presenten con más atractivo que los objetos del bajo mundo, haciendo que la mente descanse satisfecha en su compañía, como en la del amigo predilecto. En resumen, las preparaciones son muy semejantes a las requeridas para la separación consciente de “alma” y “cuerpo”, las cuales he expuesto en otra parte y aquí repito para aleccionamiento del estudiante como sigue: “Debe comenzar por extrema sobriedad en todas las cosas, cultivando un estado mental uniforme y sereno; su vida debe ser pulcra y sus pensamientos puros, manteniendo su cuerpo estrictamente sujeto al alma, y acostumbrando a su mente a ocuparse en temas nobles y elevados; debe practicar habitualmente la compasión. La simpatía, el auxilio, mirando con indiferencia las penas y placeres propios, y cultivando el valor, la firmeza y la devoción. En una palabra: debe observar la vida religiosa y ética que la mayor parte de la gente sólo tiene en los labios. Una vez que por asidua práctica haya aprendido a dominar su mente harta cierto punto, de modo que pueda mantenerla fija en una dirección determinada de pensamientos, debe empezar una educación más rígida de la misma por el ejercicio diario de concentración en algún asunto difícil o abstracto, o en algún objeto elevado de devoción; esta concentración consiste en fijar la mente con firmeza en un solo punto, sin vagar ni dejarse distraer por los objetos externos ni por la actividad de los sentidos ni por la de la mente misma. Hay que sujetar a ésta de modo que se mantenga invariable y fija, hasta que aprenda por grados a apartar su atención del mundo externo y del cuerpo, de manera que los sentidos permanezcan sosegados e inactivos, mientras ella esté en plena actividad, con todas sus energías replegadas al interior, para convertirlas a un solo punto, el mas elevado que pueda alcanzar el pensamiento. Cuando se sostenga en esta situación con facilidad relativa, estará en aptitud de dar un paso más, y por un esfuerzo de la voluntad, potente, pero reposado, será dueña de trascender el más elevado pensamiento de que sea capaz con el instrumento del cerebro físico, con lo que se elevará y unirá con la conciencia superior, viéndose libre del cuerpo. Cuando se llega a esto, no hay sensación alguna de sueño ni de ensueño ni pérdida alguna de conciencia; el hombre se encuentra fuera del cuerpo, como si hubiera arrojado de sí un pesado estorbo, y no como si hubiese perdido una parte de sí mismo; no está realmente “desencarnado”, sino que se ha elevado por encima de la encarnación y del cuerpo grosero, “en un cuerpo de luz”, que obedece a sus más ligeros pensamientos y le sirve de hermosísimo instrumento, perfecto e idóneo para ejecutar su voluntad. En este cuerpo se encuentra libre en los mundos sutiles; pero necesita ejercitar sus facultades por largo tiempo y con parsimonia, hasta ser apto para verificar un trabajo útil en las nuevas condiciones.
Annie Besant . La sabiduría antigua .