Si el lector se fija en las frases subrayadas, advertirá como al clero católico, a

pesar de la infabilidad pontificia y de su franquicia postal con el cielo, le satisface el testimonio humano parra avalar los milagros divinos. Ahora bien, si atendemos a las conferencias dadas recientemente por Huxley, en Nueva York, acerca de la evolución, oiremos que dice: “La mayor parte de nuestro conocimiento de los hechos pasados se basa en las pruebas históricas del testimonio humano”. Y en otra conferencia sobre biología añade: “Todo hombre que de corazón anhele la verdad, no ha de temer, sino desear la crítica serena y justa; pero es esencial que el crítico sepa de qué habla”. Esto mismo debiera tener en cuenta su autor al tratar de asuntos psicológicos, pues si lo añadiese a sus antedichos conceptos ¿qué mejor pedestal sobre que alzarlo? Vemos como el materialista Huxley y el prelado católico coinciden en considerar suficiente el testimonio humano para la comprobación de hechos que cada cual puede o no creer según sean sus preocupaciones. Por lo tanto, ¿no es razón que así el ocultista como el espiritista se encastillen en el argumento tan perseverantemente sostenido de que no cabe negar la autenticidad de los fenómenos psíquicos de los antiguos taumaturgos probados de sobra por el testimonio humano? Si la Iglesia y las Academicas han aducido pruebas humanas, no pueden negar a los demás el mismo derecho. Uno de los frutos de la reciente agitación notada en Londres, con motivo de los fenómenos mediumnímicos, es que la prensa seglar ha expuesto ideas liberales. El Daily News, de Londres, decía en 1876: “En todo caso, nos parece que debemos considerar el espiritismo como una de tantas creencias tolerables, y dejarle, por lo tanto, en paz, pues tiene muchos prosélitos tan inteligentes como quien más, que hace tiempo hubiesen echado de ver cualquier superchería palpable y notoria. Algunos hombres eminentes por su sabiduría han creído en las apariciones y continuarían creyendo, aunque unos cuantos se entretuvieran en amedrentar a las gentes con fingidos fantasmas.

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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