Este paso las lleva al reino animal, en donde desarrollan lentamente, en sus vehículos físicos
y astrales, una personalidad ya determinada. Siendo el animal libre para moverse, hállase sometido a mayor variedad de condiciones que la planta, fija en un solo punto, y esta variedad promueve diferencias. Sin embargo, el alma monádica de grupo que anima cierto número de animales salvajes de la misma especie o subespecie, si bien recibe gran variedad de influencias, como quiera que éstas se repiten constantemente en su mayor parte, y están compartidas por todos los individuos del grupo, sólo se diferencia lentamente. Estas influencias ayudan al desarrollo del cuerpo físico y del astral, por cuyo medio adquiere mucha experiencia el alma monádica del grupo. Cuando perece la forma de un individuo del grupo, la experiencia adquirida por esta forma se acumula en el alma monádica de todo el grupo, dándole color, por decirlo así. El ligero aumento de vida que aquélla obtiene, al verterse en todas las formas que componen su grupo, las hace partícipes de la experiencia de la forma que pereció, y de este modo, las experiencias continuamente repetidas, almacenadas en el alma monádica del grupo, aparecen en las nuevas formas como instintos, como “experiencias hereditaria acumuladas”. Cuando innumerables pájaros han muerto víctimas de las aves de rapiña, los polluelos acabados de salir del huevo se encogen al aproximarse uno de sus hereditarios enemigos; pues la vida en ellos encarnada conoce el peligro, siendo el instinto innato la expresión de este conocimiento. Así se forman los instintos maravillosos que preservan a los animales de innumerables peligros habituales, al paso que un peligro nuevo los encuentra desprevenido y los aturde.
Annie Besant . La sabiduría antigua .