La acción por sí misma no tiene ningún poder sobre el alma, porque una vez
efectuada se desliza en el pasado; pero el deseo del fruto, renovado sin cesar, suscita de nuevo la actividad del alma, forjando a cada momento nuevas cadenas. Haríamos muy mal, pues, en experimentar disgusto viendo a los hombres constantemente impelidos a la acción por el látigo del deseo, porque el deseo sirve para despertar la inteligencia, sobreponerse a la pereza y a la inercia. (El estudiante recordará que estos vicios indican la preponderancia de la cualidad Tâmasica, y que mientras este predominio subsiste, el hombre no puede salir del primero de los tres peldaños de su evolución), y porque incita al hombre a la actividad que le procura experiencia. Ved al salvaje que sueña tendido perezosamente sobre la hierba; estimula su actividad por el deseo de alimentarse, a fin de satisfacerlo ha de cultivar la tierra con paciencia, habilidad y constancia.
Annie Besant . La sabiduría antigua .