Crookes nos refiere la explicación (49) que en los siguientes términos da Sergeant Cox de

la fuerza psíquica: “Puesto que el organismo corporal está animado interiormente por una fuerza supeditada o no al espíritu, alma, mente o lo que quiera que constituya el ser individual llamado hombre, es lógico inferir que todo movimiento externo al cuerpo tiene por causa la misma fuerza que produce el movimiento en el interior del cuerpo. Y así como esta fuerza externa suele estar dirigida por la inteligencia, también esta inteligencia dirige la fuerza interna”. Para mejor comprender el pensamiento de Sergeant Cox en esta hipótesis, la dividiremos en cuatro proposiciones: 1.ª La fuerza productora de los fenómenos psíquicos procede del médium y por consiguiente dimana de él. 2.ª La inteligencia que dirige la fuerza productora del fenómeno podría ser distinta de la inteligencia del médium; pero como no hay prueba suficiente de ello, es muy probable que la inteligencia directora sea la del médium (50). 3.ª La fuerza que mueve la mesa es idéntica a la que mueve el cuerpo del médium. 4.ª Los espíritus de los difuntos para nada intervienen en la producción de los fenómenos psíquicos. Antes de examinar estas opiniones de Cox conviene advertir que nos vemos situados entre dos opuestas parcialidades: los que creen y los que no creen en la intervención de los espíritus de los difuntos, pues mientras la masa vulgar de espiritistas atribuye con enormes tragaderas a los espíritus desencarnados el más leve ruido y el más ligero movimiento que notan en las sesiones del centro, los escépticos niegan toda manifestación de los espíritus, por la sencilla razón de que no creen en ellos. Así, pues, ni unos ni otros están dispuestos a estudiar el asunto con la serenidad que su importancia requiere. Ciertamente, la fuerza productora de los movimientos internos es la misma que la productora de los movimientos externos; pero la identidad no pasa de aquí, como se advierte considerando, por ejemplo, que el principio vital que anima el cuerpo de Cox es el mismo que anima el del médium, y sin embargo, ni éste es aquél ni aquél es éste. Esta fuerza que lo mismo da llamar psíquica como quieren Cox y Crookes, o darle cualquier otro nombre, no procede del médium, sino que se actualiza por mediación de él. Es imposible que dimane del médium en los casos de levitación sin contacto y demás fenómenos que denotan actuación inteligente. Saben los espiritistas que cuanto más pasivo es el médium más activas son las manifestaciones, y por lo tanto no cabe negar la intervención de una deliberada y consciente voluntad en los casos en que la fuerza psíquica levanta del suelo masas inertes, las mueve en determinadas direcciones por el aire y las vuelve a dejar en el suelo, evitando todo obstáculo. Esta fuerza no puede dimanar del médium, que permanece en pasividad durante el experimento, pues si dimanase de él, sería éste un mago consciente y no pasivo instrumento de invisibles entidades inteligentes. Tan absurdo es suponer que la fuerza psíquica dimana del médium, como que el vapor encerrado en una marmita fuese capaz de levantarla, a menos de estallar, o que la electricidad acumulada en una botella de Leyden, la moviese de sitio. Todo indica que la fuerza operante sobre los objetos externos en presencia del médium tiene su fuente más allá de él. Podemos compararla con el hidrógeno que vence la inercia del aerostato. El gas acumulado en el interior del globo, por la inteligente dirección del aeronauta, llega a prevalecer sobre la gravedad de su masa. Análogamente produce la fuerza psíquica de los fenómenos de levitación, y aunque de naturaleza idéntica a la materia astral del médium, no es su misma materia astral, porque durante el experimento permanece aquél en sopor cataléptico, si tiene verdaderas facultades mediumnímicas. Por lo tanto, el primer extremo de la hipótesis de Cox es erróneo, porque se funda en un falso principio de mecánica, al paso que nuestros argumentos se apoyan en la observación de los fenómenos levitantes. Para admitir la hipótesis de la fuerza psíquica, es preciso que explique satisfactoriamente los movimientos y levitaciones de los cuerpos sólidos. Acerca del segundo extremo, negamos que no haya prueba suficiente de que la fuerza productora de los fenómenos esté dirigida algunas veces por inteligencia distinta de la del médium. Al contrario, hay multitud de testimonios comprobatorios de que en la mayoría de los casos ninguna influencia tiene la mente del médium en los fenómenos, por lo que no puede pasar sin reparo la temeraria afirmación de Cox en este punto. También nos parece ilógico el tercer extremo; porque si el cuerpo del médium no genera, sino que tan sólo transmite la fuerza productora de los fenómenos dirigida por su espíritu, alma o mente (cuestión que no han dilucidado ni mucho menos las investigaciones de Cox), no hay razón para inferir que este mismo espíritu, alma o mente deba también levantar muebles y golpear el alfabeto. Del cuarto extremo, o sea que si los espíritus de los difuntos intervienen o no en las manifestaciones psíquicas, trataremos más extensamente en otro capítulo.

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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