Si lo pensamos un poco, podemos ver que la mayor parte de las personas llamadas

religiosas separan lo externo de lo interno; la actividad exterior se considera en gran parte superficial, innecesaria y hasta mala, y la interior se considera muy importante. Y así hay conflicto en el que hemos indagado bastante a fondo el otro día. Ahora investigamos la cuestión del temor, no sólo el miedo causado por acontecimientos exteriores, sino también por las internas exigencias y compulsiones, la eterna búsqueda de certeza. Es evidente que toda experiencia es una búsqueda de certeza. Una experiencia de placer nos hace querer más de esa experiencia, y el ‘más’ es esta necesidad de estar seguros en nuestros places. Si amamos a alguien, queremos estar bien seguros de que el amor es correspondido, y tratamos de establecer una relación que nosotros por lo menos esperamos que será permanente. Toda nuestra sociedad se basa sobre esas relaciones. Pero ¿hay algo que sea permanente? ¿Lo hay? ¿Es permanente el amor? Nuestro constante deseo es hacer permanente la sensación ¿no es así? Y lo que no puede hacerse permanente, que es el amor, nos elude. No sé si me estoy expresando claramente. Tomemos la cuestión de la virtud. El cultivo de la virtud, el deseo de ser virtuoso de modo permanente, es en esencia el deseo de estar seguro. Y ¿es jamás permanente la virtud? Por favor, señores, no os limitéis a asentir con la cabeza, sino seguid esto efectivamente en vosotros mismos.

Jiddu Krishnamurti . El Estado Creativo de la Mente .

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