Cuando te internas plenamente en el acto sexual, el ego desaparece, porque al llegar al

culmen, al clímax, eres pura energía. La mente no puede funcionar. Se produce tal aumento de energía que la mente se pierde, sin saber qué hacer. Es perfectamente capaz de funcionar en situaciones normales, pero se detiene cuando ocurre algo muy nuevo y muy vital, y el sexo es lo más vital del mundo. Si puedes profundizar en el sexo, el sexo desaparece. En eso consiste la belleza de hacer el amor, que es otra de las posibilidades de vislumbrar a Dios, como el sueño profundo pero mucho más valioso, porque en el sueño profundo se está inconsciente. En el acto del amor se está consciente, consciente pero sin la mente. De ahí que la gran ciencia del tantra sea posible. El patanjali y el yoga funcionan siguiendo los pasos del sueño profundo; han elegido ese camino para transformar el sueño profundo en un estado consciente para que sepas dónde estás, de modo que sepas que estás en el centro. El tantra elige el sexo como ventana para abrirse a Dios. El camino del yoga es muy largo, porque transformar el acto de dormir inconsciente en conciencia es muy arduo; se pueden tardar varias vidas... Pero el tantra ha elegido un camino mucho más corto, el más corto, y también mucho más agradable. El sexo puede abrir esa ventana. Lo único que hace falta es destruir los condicionamientos que te han impuesto los sacerdotes. Los sacerdotes te han impuesto esos condicionamientos para poder ser mediadores y agentes entre Dios y tú, de modo que no haya contacto directo con él. Naturalmente, necesitas a alguien para establecer el contacto, y el sacerdote adquiere ese poder que lleva ejerciendo desde hace milenios.

Osho . El libro del ego .

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