Muchos siglos antes de nacer los científicos contemporáneos había ya dicho Salomón: “Tu poderosa mano

hizo el mundo de materia informe (8). Esta frase encierra cuanto pudiéramos decir; pero añadiremos que tal vez la materia informe, la tierra preadámica entrañe una “potencia” cuyo hallazgo regocijaría a Tyndall y Huxley. Al descender de lo universal o lo particular, de la antigua teoría de la evolución planetaria a la evolución de la vida vegetal y animal, tan opuesta a las creaciones individuales de los seres, vemos anticipada la moderna teoría de la transformación de las especies en el siguiente pasaje de Hermes: “Cuando Dios hubo llenado sus potentes manos de cuanto en la naturaleza existe y la limita, exclamó sin abrirlas: “¡Oh tierra bendita! Sé la madre de todo para que nada necesites. Entonces abrió las manos derramando de ellas todo lo necesario para la formación de las cosas”. Aquí tenemos simbolizada la materia primaria en que laten potencialmente todas las futuras formas de vida y que la tierra es la madre de cuanto desde entonces brota de su seno. Más explícito es todavía Marco Antonio en su Soliloquio: “La naturaleza se complace en mudar todas las cosas y revestirlas de nuevas formas. La materia es para ella como cera con que moldea toda clase de figuras, y si hace un pájaro lo convierte después en cuadrúpedo, o de una flor hace una rana, de suerte que se deleita en sus operaciones mágicas, como los hombres en las obras de su propia imaginación” (9). Antes de que los modernos científicos pensaran en la teoría evolutiva, había dicho ya Hermes que nada hay truncado en la naturaleza, pues todas sus obras rebosan de suave armonía sin saltos ni transiciones violentas ni aun en las muertes súbitas.

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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