Nos preguntamos por lo tanto: ¿pueden los seres humanos corrientes como nosotros hacer esto? ¿Puedo

mirarme a mí mismo, no importa lo que yo sea, conociendo el peligro de palabras como “temor” o “amargura”, y que la misma palabra impide el ver realmente “lo que es”? ¿Puedo observar, dándome cuenta de las trampas del lenguaje? No permitiendo tampoco que intervenga sentido alguno de tiempo ningún sentido de “lograr algo”, de “destacarse de algo” sino sólo observar silenciosamente, intensamente. En ese estado de intensa atención son vistos los senderos ocultos, los recónditos lugares jamás descubiertos de la mente. En ello no hay análisis de ninguna clase, únicamente percepción. El análisis implica tiempo y también el analizador y lo analizado. ¿Es el analizador diferente de la cosa analizada? Si no lo es, el análisis carece de sentido. Uno tiene que darse cuenta de todo, descartarlo todo: tiempo, análisis, resistencia, el tratar de llegar al otro lado, el vencer, etcétera, porque por esa puerta no hay fin para el sufrimiento.

Jiddu Krishnamurti . El vuelo del águila .

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