Pero no pudo dormir. Decidió muchas veces no ir, pero también sentía una gran atracción,
algo como una gran atracción magnética. El hombre era feroz, pero había también mucho amor en sus ojos. Había las dos cosas: sus ojos eran como espadas y también como lotos. No pudo resistirse. Dijo: «Tengo que arriesgarme.» Y a las cuatro tuvo que ir.
Osho . El Secreto de los Secretos: Charlas sobre el secreto de la Flor Dorada .