El oro y el jade, por el hecho de que participan del principio cosmológico yang,

preservan a los cuerpos de la corrupción. «Si se pone oro y jade en los nueve orificios del cadáver, será preservado contra la putrefacción», escribe el alquimista Ko Hung. Y T'ao Hung-Ching (siglo v) hace las siguientes precisiones: «Si a la apertura de una tumba antigua el cadáver que hay en su interior parece estar vivo, sabed que ello es porque hay en el interior y el exterior del cuerpo una gran cantidad de oro y jade.» Según las reglas de la dinastía Han, los príncipes y los señores eran enterrados con sus vestiduras ornadas de perlas y estuches de jade para preservar el cuerpo de la descomposición7. Por la misma razón los jarrones de oro alquímico tienen una virtud especial: prolongar la vida hasta el infinito. Ko Hung escribe: «Si con este oro alquímico hacéis platos y vajillas, y coméis y bebéis en esta vajilla, viviréis largo tiempo.» s El mismo autor concreta en otra, ocasión: «El hombre verdadero hace oro porque desea, utilizándolo como remedio (es decir, asimilándolo como alimento), hacerse inmortal.» 9 Pero el oro, para ser eficaz, debía ser «preparado», «fabricado». El oro producido por los procedimientos de la sublimación y la transmutación al-químicas poseía una vitalidad superior, por medio de la cual podía obtenerse la inmortalidad.

Mircea Eliade . Herreros y alquimistas .

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