Ahora el grajo azul había regresado; estaba ahí después de su comida matinal, rezongando para

ser advertido. Y uno le arrojo unos cuantos cacahuetes. Primero protestó, luego brincó bajando al piso, tomó unos cuantos en su pico, regresó volando a la rama, la abandonó rápidamente y volvió con sus regaños. Y también el pájaro, gradualmente, día a día, se fue amansando. Venía muy cerca con los ojos brillantes, la cola levantada, el color azul resplandeciendo con una claridad y un brillo muy intensos un azul que ningún pintor podría atrapar. E increpaba a los otros pájaros. Probablemente, éste era su dominio y no quería ningún intruso. Pero siempre están los intrusos. Pronto vinieron otros pájaros. Parecía que a todos les gustaban las pasas de uva y los cacahuetes. Toda la actividad de la existencia estaba ahí.

Jiddu Krishnamurti . El Último Diario .

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