El hombre nuevo ha visto ya brillar en él la luz propia de su esencia,
con demasiada claridad para no poder evitar caer en tales trampas. Dirá con David (salmo 15:7, etc.): «Bendeciré al Señor por haberme dado la inteligencia y por lo que, hasta por la noche, me han censurado y enseñado mi corazón. Veía al Señor y lo tenía siempre ante mis ojos, porque él está a mi derecha para impedir que me estremezca. Por eso es por lo que mi corazón se ha regocijado y mi i lengua ha cantado cánticos de alegría y, además, hasta mi carne descansará en la esperanza, porque no dejaréis mi alma en el infierno ni permitiréis que vuestro santo sea objeto de corrupción. Me habéis dado el conocimiento de los caminos de la vida, me colmaréis de alegría al mostrarme vuestro rostro. A | vuestra diestra hay delicias imborrables».
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .