Sería conveniente hacer aquí una advertencia. Debe desconfiarse de las escuelas y métodos que combinan

la me¬ditación con los ejercicios de respiración, enseñan diferentes posturas físicas y enfocan la atención en determinados ór¬ganos o centros físicos. Quienes siguen estos métodos van ha¬cia el fracaso y, además de los peligros físicos que entrañan y de los riesgos de locura y desórdenes nerviosos, se ocupan de la forma, que es una limitación, y no del espíritu, que es la vida. Por este camino nunca se llegará a la meta. Para la mayoría de nosotros la concentración intelectual, resultado del control de la mente y de la capacidad de pensar con cla¬ridad y sólo sobre lo que queremos, debe preceder a la ver¬dadera meditación, algo que muy pocos conocen. No me es posible explayarme sobre la verdadera meditación, la cual dará por resultado un definido cambio en la polarización, abriéndole al hombre un campo de experiencias hasta ahora insospechado, revelándole contactos que aún no conoce, y permitiéndole hallar el lugar que le corresponde en el grupo. Ya no estará recluido entre las paredes de su vida personal, comenzará a fusionar esa vida en la totalidad mayor. Ya no se ocupará de sus intereses egoístas, sino que atenderá los problemas del grupo. No empleará el tiempo en cultivar su propia identidad, sino que procurará comprender esa Identidad mayor de la cual es parte. En realidad, esto es lo que los hombres avanzados comienzan más o menos a hacer. Por poco que lo comprenda el hombre común, los grandes pensadores como Edison y otros, solucionaron sus problemas por medio de la meditación. Por la concentración reflexiva, la constante recapitulación y la intensa aplicación a la línea particular de pensamiento que les interesa, obtienen resultados, extraen de las reservas internas de inspiración y poder, y permiten que desciendan de los niveles superiores del pla¬no mental, resultados benéficos para el grupo. Cuando hayamos efectuado cierta medida de trabajo en la meditación y cultivado el interés por el grupo y no el propio, cuando des¬arrollemos un cuerpo físico fuerte y sano, y controlemos el cuerpo emocional, para que no nos arrastre el deseo, y el cuerpo mental sea nuestro instrumento y no nuestro amo, entonces conoceremos el verdadero significado de la meditación.

Alice A. Bailey . La Conciencia del Átomo .

Índice