¿Preveías tú, Jacob, los consuelos con que un día se vería colmada tu poste- ridad,

cuando fuiste a Egipto y llorabas por la dureza de la orden del rey que había hecho que fuesen tus hijos antes que tú? Tu dolor hizo hasta que olvida- ses las promesas que había hecho el Eterno a Abraham y que tú no podías ignorar. Sólo te preocupabas de la dureza de tu suerte y no pensabas que, según el juramento del Eterno, tu posteridad estaría algún día en posesión de la tierra de Canaán, en medio de los prodigios y las maravillas que manifesta- rían los designios gloriosos que este Dios soberano tenía para su pueblo, pre- parándolo mediante la esclavitud de Egipto.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

Índice