El cuerpo astral posee en sí los órganos reales de percepción correspondientes a los órganos

exteriores de los sentidos. En él se encuentran la vista, el oído, el gusto, el olfato y el tacto; tiene un sistema completo de nervios y arterias que le son propios para la conducción del fluído astral, el cual es al cuerpo astral lo que nuestra sangre es al cuerpo físico. El cuerpo astral es el hombre personal verdadero y en él están también situadas la percepción subconsciente y la memoria latente, los cuales están siendo mal usados hoy en día por los hipnotizadores modernos, a quienes a su vez traen muy desconcertados. Así, cuando el cuerpo muere el hombre astral queda en libertad, y como en la muerte el hombre inmortal - La Triada - se remonta a otro estado, el cuerpo astral se convierte en el cascarón del que fue el hombre viviente y requiere cierto tiempo para disolverse. El cascarón Astral retiene todos los recuerdos de la vida que el hombre ha vivido y así es como puede repetir de una manera refleja y automática lo que el fallecido sabía, decía, pensaba y veía. El permanece cerca del abandonado cuerpo físico casi todo el tiempo, hasta la completa disgregación de éste, ya que tiene que pasar a través de su propio proceso de desintegración. El cascarón astral puede hacerse visible bajo ciertas condiciones. Este es el fantasma de las sesiones espiritistas, en donde se le induce a enmascararse como el verdadero espíritu de tal o cual individuo. Atraído por los pensamientos del médium y sus acompañantes, vagamente revolotea donde éstos se encuentran reunidos, y es entonces galvanizado con vida artificial por una multitud de fuerzas elementales y por el activo cuerpo astral del médium que dirige la sesión, o de cualquier otro medium que tome parte en la misma. De este espectro astral (tal como si fuese de una fotografía) son entonces reflejadas en el cerebro del médium todas las pretendidas evidencias que los espiritistas alegan son suficientes para probar la identidad del amigo o pariente fallecido. Estas evidencias son aceptadas como prueba de que el espíritu del fallecido está presente, en razón de que ni los médiums ni los participantes están familiarizados con las leyes que gobiernan su propia naturaleza, ni con la constitución, poder, y funcionamiento de la materia astral y del hombre astral.

William Judge . El Oceano de la Teosofia .

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