¿No dejó el mismo reparador que se acumulasen en él, con paciencia y con tranquilidad,

todas estas sustancias puras y saludables que la sabiduría eterna hacía que se depositasen sucesivamente dentro de él, y por las que él debía algún día encontrar en sí, cuando se hubiesen llenado las medidas, todo lo que fuese necesario para el beneficio de la posteridad humana, para defenderla de sus enemigos, para cegar los pozos del abismo, para formar la clave de la bóveda del templo, para construirnos a todos una fortaleza impenetrable y un templo que jamás se altere con el tiempo? Y esos días de oscuridad del reparador se emplearon en hacer estas preparaciones tan útiles, cuyos resultados debían propagarse más allá de los siglos.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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