La misión de los rayos de Júpiter estaba simbolizada en Diana, la esplendente virgen Artemisa,

llamada en antiquísimo tiempos Diktynna (19). La luna es opaca y su brillo es reflejo de la luz solar. Su símbolo era la diosa Astarté o Diana que, como la cretense Diktynna, está coronada de una guirnalda de la mágica y siempre verde planta diktammon o dictamnus, cuyo contacto, según se dice, provoca el sonambulismo en quien no lo tiene. Análogamente a Eilithya y Juno Pronuba, presidía Diana los nacimientos y se la consideraba como divinidad esculápica. La guirnalda de dictamnus en las figuras de Diana nos demuestra una vez más la profunda observación de los antiguos, pues por una parte esta planta tiene muy eficaces virtudes sedantes y medra abundantemente en el monte Dicte de la isla de Creta; y por otra parte, la luna, según las más notables autoridades en magnetología, influye en los humores del cuerpo y en las células nerviosas, que tan importante papel desempeñan en la hipnotización. Así es que los cretenses ponían manojos de esta planta sobre el cuerpo de las parturientas y con las raíces hacían un brebaje que aliviaba los dolores del parto y mitigaba la peligrosa irritabilidad del organismo en este período. También solían colocar a las parturientas en el recinto sagrado del templo de Diana, expuestas a los rayos de la esplendente hija de Júpiter, la brillante y serena luna del cielo oriental.

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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