Esta entrada de Dios en nosotros es el principal deseo y el objeto esencial de
la Divinidad. Además, nosotros no tenemos más que una idea muy débil de los sacrificios que realiza para conseguir esta meta y, si hay algo verdaderamente lamentable en nuestra existencia, es precisamente darse cuenta y notar que nosotros mismos cerramos el paso a esta Divinidad; sentir físicamente que se mueve continuamente alrededor de nosotros, buscando un sendero por el que pueda entrar hasta nuestro corazón, y que nosotros, por el contrario, hacemos todo lo posible por estrecharle el camino, para que se vea obligada a herirse y hacerse sangre para entrar dentro de nosotros y traernos la vida; notar que el amor que tiene por nosotros le hace soportar todos estos dolores y que no se queja ni se lamenta por verter lágrimas, ya que el fuego de su caridad vence todos los obstáculos y triunfa con la santa gloria de su amor, mientras que nosotros, en nuestras abominables tinieblas y en nuestros caminos llenos de iniquidad, cerramos los oídos a sus peticiones y nos quedamos insensibles a su ternura.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .