Como diría un mahometano, su destino pende desde el instante de su nacimiento; pues el
destino del hombre depende de su carácter y del medio en que vive, y cada nueva alma lanzada al mundo, tiene que ser condenada al sufrimiento o a la dicha con arreglo a las circunstancias que la rodean y al carácter impreso en ella. La predestinación en su forma más repulsiva, es la única alternativa de la reencarnación. En vez de considerar a los hombres evolucionando lentamente, de modo que el salvaje brutal de hoy haya de lograr con el tiempo las nobles cualidades del santo y del héroe, apreciando de este modo al mundo como manifestación de un proceso de desenvolvimiento sabiamente concebido y dirigido, nos veríamos obligados a ver en todo ello un caos de seres sencientes tratados con la mayor injusticia, sentenciados a la dicha o a la miseria, al conocimiento o a la ignorancia, a la virtud o al vicio, a la riqueza o a la pobreza, al genio o a la idiotez, por una voluntad externa, arbitraria, no inspirada en al justicia ni en la misericordia: sería todo un verdadero pandemónium irracional y sin sentido. Y este caos se supone ser al parte superior del cosmos, en cuyas regiones inferiores se manifiestan todas las hermosísimas y ordenadas obras de una ley que siempre desenvuelve formas más complejas y elevadas de las más ínfimas y sencillas, de una ley quede modo conspicuo “tiende siempre a la justicia”, a la armonía y a la belleza.
Annie Besant . La sabiduría antigua .