Lo que más impresionaba a los filósofos organicistas no era el curso regular y uniforme
de la naturaleza, sino su cambio constante. El concepto de "cambio" es fundamental para entender esta concepción de lo real. Pero también dentro de este proceso se afirma y reafirma la existencia de un sustrato perenne, consistente y duradero. Esto llevó a la conclusión de que existía en todos los fenómenos naturales una potencialidad, una vis aristotélica, una capacidad intrínseca a su propia naturaleza. Y por otra parte, este dinamismo interior tenía una clara intencionalidad, una "causa final" a la que se dirigía. Y dentro del mundo teológico, era una causalidad trascendente, que presidía el desarrollo de cada ser, de cada cosa, de cada proceso del mundo.
Athanasius Kircher . El Geocosmos .